Hay días en los que podrías desayunar, comer y cenar pan con pan, y aun así seguirías mirando fijamente el cajón de los snacks. Días en los que sientes que todo se resume a dos pensamientos: “necesito algo dulce” y “¿cómo se puede tener hambre otra vez?”.
Antes de lanzarte culpas tipo “no tengo fuerza de voluntad” o de pensar que algo está mal contigo, pausa:
Lo más probable es que lo que estás sintiendo sea 100% hormonal.
No, no es que te lo estás inventando.
Tu ciclo influye en tu apetito, tu metabolismo y tus antojos — y no solo un poquito, sino en formas muy reales que nadie nos explicó.
La fase lútea (la segunda mitad del ciclo, después de ovular) viene con un coctelito hormonal que altera el apetito:
- El estrógeno empieza a bajar (y el estrógeno actúa como supresor del apetito).
- La progesterona sube, y con ella también el metabolismo basal.
- Tu cuerpo empieza a gastar más energía porque —biológicamente— se está “preparando para un posible embarazo”.
- Y cuando el estrógeno cae, también baja la serotonina… lo que puede disparar antojos de carbohidratos, que dan un boost temporal de esa hormona del bienestar.
En resumen:
No estás loca. Estás cíclica. Y tu cuerpo está pidiendo lo que necesita compensar.
Spoiler: no siempre tienes que diferenciarlos.
A veces tu cuerpo necesita comer y punto.
Pero si quieres empezar a reconocerlos (sin obsesión), puedes notar esto:
- Hambre real suele venir de forma progresiva, no urgente, y mejora con comida real, no solo snacks.
- Antojo hormonal aparece de golpe, tiene craving muy específico (algo crunchy, algo dulce, algo con grasa), y a veces no se va aunque comas.
¿Y el hambre emocional? Existe también. Pero no es “menos válida”. Si comer te está ayudando a regular algo que no sabes nombrar, eso también es información.
La idea no es pelearte con tu comida. Es observarte con más curiosidad y menos juicio.
Sí. Pero ninguna incluye ignorar lo que sientes o entrar en modo control extremo.
Lo que sí puede ayudarte:
- Comer bien durante todo el ciclo para no llegar a la fase lútea en modo descompensada.
- Hacer snacks estratégicos que incluyan proteína + grasa (te sostienen más que solo carbs simples).
- Dormir mejor (el insomnio premenstrual también puede alterar el apetito).
- Comer algo real cada 3-4 horas para no caer en el “me comí una caja de cereal sin darme cuenta”.
- Y sí… permitirte comer cosas que se te antojan, sin entrar en modo juicio por eso.
Antes de preguntarte “¿por qué no puedo controlarme?”, pregúntate:
¿qué parte de mí necesita más contención hoy?
¿Mi cuerpo? ¿Mi energía? ¿Mi sistema nervioso? ¿Mi corazón?
Porque sí, a veces el pan de ajo es solo un antojo.
Pero otras veces… es tu cuerpo diciendo: me estoy preparando para menstruar, dame chance.
Y cuando empiezas a escuchar eso con compasión, todo cambia.