Nos educaron para pensar que las hormonas son lo peor:
que te hacen llorar de la nada, te inflan la panza, te quitan las ganas, o que simplemente son la excusa perfecta para invalidar cómo te sientes.
Pero la verdad es que tus hormonas no llegaron a hacerte la vida difícil.
Llegaron a darte superpoderes.
Literalmente: tus pensamientos, tus emociones, tu deseo, tu energía, tu memoria, tu productividad y hasta tus músculos… todo depende de ellas.
El problema no son las hormonas. El problema es que nadie nos explicó cómo funcionan cuando están bien, ni cómo se sienten cuando están desbalanceadas.
Cuando está en sus niveles óptimos, tu cerebro se vuelve una máquina de enfoque: aprendes más rápido, resuelves problemas, tienes mejor memoria y más claridad mental.
Además, te da ese main character glow pre ovulación. Mejora tu deseo sexual, lubricación, estado de ánimo y confianza. Es como Shakira caminando al escenario en cámara lenta.
Sí, también la tienes. Y no, no solo sirve para la líbido.
La testosterona está relacionada con tu motivación, tu fuerza, tu tono muscular y tu capacidad para poner límites.
Cuando está bien: te sientes fuerte, hot y en mood de hacer lo que se te antoje.
Cuando está baja: aparece el bajón anímico, la fatiga y ese “no tengo ganas de nada” que no se va.
Después de ovular, llega la progesterona a decirte: “bájale dos rayitas”.
Si está en equilibrio, te ayuda a dormir mejor, a manejar la ansiedad y a sentirte contenida. También protege tu cerebro (sí, literal).
Si está baja: PMS, insomnio, irritabilidad, y pensamientos catastróficos de esos que tú sabes que no son 100% racionales… pero aún así los tienes.
El cortisol no es “la hormona mala del estrés”. Es la hormona que te activa en la mañana, que te da energía y que te protege cuando hay amenaza.
El problema es cuando tu cuerpo siente que todo es una amenaza.
El exceso de cortisol puede arrasar con las otras: interfiere con la ovulación, baja la progesterona, y te deja sin energía ni paciencia.
O sea: si vives en “modo alerta”, tu sistema hormonal también entra en crisis.
Cuando tus hormonas están en balance, tu cuerpo no solo funciona: se siente bien vivir en él.
Tienes energía sostenida, deseo activo, fuerza, claridad mental y un mood que no es una montaña rusa.
No es magia. Es química corporal en armonía.
Y sí, eso debieron enseñárnoslo desde la secundaria.
Tus hormonas no son un castigo ni una excusa.
Son parte de un sistema inteligente, dinámico y profundamente sensible.
Uno que no está roto, solo quiere ser escuchado.
No necesitas entenderlas solo cuando algo va mal.
Conocer tus hormonas también es parte de conocerte a ti.
Y cuando eso pasa… todo empieza a sentirse distinto.